Chati

El Alambique

02 de julio 2025 - 07:00

Algunas personas, cuando se marchan, no solo dejan huella en su entorno. Quien ahora se ha ido tiene un entorno mucho más grande, un entorno que trasciende a su familia más directa. Su dedicación al baile y su escuela marcaron su época, dejaron su impronta en cientos de mujeres, niñas que ella educó en su propia disciplina, y algún que otro hombre, entonces niños, que aprendieron a bailar con ella. Mi lejana relación con ella nada tenía que ver con el baile, pues ni en Feria soy digno de verme; tampoco me vinculé a ella por su hijo Carlos, con quien sé, me une una extraña amistad, de esas que no necesitan en contacto diario, y aficiones comunes; tampoco tiene nada que ver con la profesión de Don Cándido y la mía, pues apenas coincidimos en el foro común por el que nos movemos. Mi vinculación a ella se remonta a aquellos lejanos veranos de La Puntilla, aquella señora de pelo corto que tenia su caseta en aquel entorno, junto a Pepi Díaz, aunque Díaz fuera su marido Antonio, su prima, Fernando el de Sevilla, y otros muchos que formaban aquella familia de verano, y a la que ella pertenecía.

Recuerdo aquellas tardes en que llegaba su marido, se sentaba y se comía la sandia bajo los toldos, las partidas de dominó de los hombres, las mujeres pendientes de los niños. La madre de Carlos formó parte de mi infancia, nada que ver con los cientos de recuerdos de quienes estuvieron más cercanos a ella. Por mi parte, ella para mi es la madre de mi amigo, la persona amable que siempre me saludaba, la amiga de mi madre, la mujer del señor que fumaba en pipa, en parte culpable de que ahora yo también lo haga. Chati para mi es un bello recuerdo, parte de una infancia, de las que no vuelven, y que, para bien o para mal, es la que tuvimos y vivimos. Quizás mi vinculación con ella apenas tenga importancia, no fui jamás parte de su círculo, ni intimo ni lejano, fue la madre de Carlos, esposa de un hombre al que siempre admiraré, una de las madres que teníamos aquellos niños de La Puntilla, una de esas madres de verano, pues todas, en algún que otro momento, velaban por nosotros. Para mi es suficiente para sentir que se haya marchado, con mis recuerdos, con parte de mi infancia, con el dolor de los suyos, que comparto.

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