¿Es inmoral la autoamnistía?

La esquina

29 de junio 2025 - 03:06

La ley de amnistía ha quedado legitimada por el Tribunal Constitucional después de que la mayoría de sus magistrados decidiera no entrar en el análisis de los auténticos motivos del legislador que la aprobó (siete votos para la investidura de Pedro Sánchez) y aceptar la motivación pretextada por éste: la mejora de la convivencia en Cataluña y España.

La ley nació enferma por su origen, protagonistas y contenido, y con el tiempo ha ido degenerando. El origen es un pacto espúreo en el que un partido legítimo y plenamente democrático rinde pleitesía y se entrega a un partido cuyo líder ha promovido un atentado contra la democracia y la Constitución (nada que ver con los pactos de PP y PSOE con los nacionalistas de CiU y PNV).

¿Los protagonistas? Carles Puigdemont, fugado de la Justicia para no dar cuenta de su intentona independentista, el mayor ataque a la democracia española desde el 23-F. Su abogado, Boye, condenado por colaborar en un secuestro de ETA. Santos Cerdán, el tercer hombre del triángulo tóxico que está llevando a la ruina a Pedro Sánchez y a la decrepitud al PSOE. Y al fondo, el taimado Zapatero, que está en la génesis de la degeneración de la socialdemocracia. Para hacer más evidente la humillación del Estado exigida y lograda por Puigdemont, todo esto se habla y se negocia en Bruselas y Ginebra, con un mediador internacional, como si el problema catalán fuera un conflicto bélico entre dos Estados soberanos. Nada más que por estas dos circunstancias la negociación de la amnistía nunca tendría que haberse producido. Pero, claro, en esto no ha querido entrar el Tribunal Constitucional... No le importa.

Y vayamos al contenido. A diferencia de los indultos que se concedieron a Junqueras y otros dirigentes independentistas y que parten de la base de que el delito existió pero queda perdonado, la amnistía borra el delito. Significa que los amnistiados no cometieron ningún delito sino que ejercieron su libertad de expresión e hicieron política. Por tanto, que el Estado democrático nunca debió defenderse del atropello con sus instrumentos legales –como apoyó Pedro Sánchez en su día–, sino dialogando políticamente con los sublevados. Con la amnistía es el Estado el que pide perdón a los que lo hicieron, y lo volverán a hacer, según dicen ellos mismos.

Ha mejorado la convivencia en Cataluña, sí,... ¡porque los golpistas fueron derrotados! ¿Ha mejorado en España? No.

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