
Confabulario
Manuel Gregorio González
Un culo de hierro
Quousque tandem
QUÉ niño no se ha quedado embobado mirando al trilero que, sentado en un banqueta en plena calle, mueve hábil y rápidamente los cubiletes mientras repite “dónde está la bolita”? ¿Cuántas veces, viendo la actuación de un ilusionista o de un prestidigitador y aun sabiendo que no es cierto lo que percibimos, quedamos maravillados ante lo que conscientemente llamamos truco? El arte del engaño consiste en despistar la atención del espectador para conseguir que no se centre en lo importante y podamos timarle de ese modo. El político trapacero es un prestidigitador nato. Los hay más o menos experimentados y algunos atesoran habilidades pasmosas. Distrae nuestra atención de lo que sabe que no nos gustaría interponiendo el caramelito que nos consigue embolicar.
El señor Sánchez es un avezado ilusionista, un trilero magnífico y un prestidigitador habilidoso. Su capacidad para dirigir la atención adonde le interesa es tan legendaria como sus cambios interesados de opinión. Manipula para ganar. Carece de grandeza e hidalguía. Es difícil encontrar una sola decisión como presidente, incluso las menos reprobables, que cuesta recordar dado el nivel de inmoralidad de muchas de ellas, en las que no haya antepuesto su beneficio a los intereses de España.
Pero curiosamente, su mayor éxito no ha sido tenernos embobados con la “Vuelta a España de Franco”, sus reiterados recursos a “que viene la derecha” o su insolente “yo o el caos” que, recordando la histórica viñeta de Hermano Lobo, está cada vez más cerca de ser contestado con un unísono “El caos, el caos” coreado por España entera. Lo realmente increíble es que tantos adversarios, y una parte muy importante de la ciudadanía, hayan visto en él a una especie de Talleyrand redivivo, un político maquiavélico, taimado, ladino y manipulador, cuando sería más justo calificarlo de tratante aventajado o de charlatán de mercadillo. Ese, sin duda, es su gran triunfo político. No hay nada más grato para un prestidigitador que saber que su público cree que realmente es un mago y no un impostor que se hace pasar por taumaturgo. Nadie duda que Talleyrand habría conseguido el apoyo independentista sin pasar por la Amnistía. Comprar votos a precio de oro está al alcance de cualquiera carente de escrúpulos. Aunque no sepa mover la bolita a velocidad de vértigo.
También te puede interesar
Confabulario
Manuel Gregorio González
Un culo de hierro
El Palillero
José Joaquín León
Recuperación de los Juanillos
En tránsito
Eduardo Jordá
La verdadera corrupción
La ciudad y los días
Carlos Colón
Elogio de Santiago Segura
Lo último