La gran ruptura
Mapa de Músicas | Richard Wagner / Friedrich Nietzsche. Correspondencia
Partiendo de sus cartas, este libro de Fórcola profundiza en la relación entre Nietzsche y Wagner

El vínculo entre Richard Wagner y Friedrich Nietzsche ha sido objeto de múltiples interpretaciones, a menudo atravesadas por el mito romántico del discípulo traicionado o del maestro convertido en ídolo caído. Sin embargo, más allá de los tópicos, las cartas y escritos del propio Nietzsche permiten reconstruir con precisión las fases de una relación marcada por la admiración, la intimidad y, finalmente, la ruptura crítica. En particular, sus cartas a terceros y los testimonios indirectos de sus visitas a Tribschen –la residencia suiza de Wagner entre 1866 y 1872– aportan matices valiosos a este complejo itinerario.
La primera visita de Nietzsche a Tribschen tuvo lugar en abril de 1869, después del primer encuentro con el músico en Leipzig el año anterior. El joven filólogo, recientemente nombrado profesor en Basilea, se vio fascinado por el carisma del compositor y por la atmósfera cultural del refugio que Wagner había creado junto a Cosima Liszt. En una carta a su amigo Erwin Rohde de diciembre de 1868 Nietzsche describe a Wagner como “la más evidente ilustración de lo que Schopenhauer llama genio”, y en posteriores envíos a sus amigos alabó su “idealismo incondicional” y “una humanidad profunda y conmovedora”. Durante sus estancias en Tribschen –hasta 23 visitas en menos de tres años–, Nietzsche participó en veladas musicales, charlas filosóficas y momentos familiares, entre ellos el nacimiento de Siegfried Wagner y el célebre estreno privado del Idilio de Sigfrido el 25 de diciembre de 1870.
Tribschen no era solo un santuario wagneriano; era también un teatro íntimo donde se representaban los afectos y las tensiones de una comunidad artística en miniatura. En este contexto, Nietzsche se dejó seducir no solo por la música de Wagner, sino por la intensidad de su presencia. La joven Cosima anotó en su diario varios episodios significativos: el conflicto entre Wagner y Nietzsche por el vegetarianismo de este (“¡Eres un asno!”, le espetó el compositor) o los estallidos de furia antigalos del maestro ante visitantes franceses, que el filósofo presenció con creciente incomodidad. Estos detalles muestran que la admiración nietzscheana, aunque sincera, no fue nunca ciega ni del todo sumisa.
El distanciamiento se fraguó lentamente tras el traslado de los Wagner a Bayreuth en 1872. La grandilocuencia del proyecto del festival, la creciente presencia de elementos cristianos en obras como Parsifal, y el progresivo enraizamiento de Wagner en una ideología conservadora y nacionalista resultaron incompatibles con la evolución intelectual de Nietzsche. Ya en 1878, en Humano, demasiado humano, empiezan a percibirse signos de ruptura, pero es en 1888 –año de su crisis definitiva– cuando el filósofo publica sus textos más virulentos: El caso Wagner, Nietzsche contra Wagner y Ecce homo. En ellos, la crítica se hace implacable: Wagner, que llevaba muerto un lustro, es acusado de ser síntoma de la decadencia alemana, de representar el arte de la enfermedad, de haberse convertido en un comediante de sí mismo. “Si se quiere admirar a Wagner –escribe Nietzsche– hay que verlo trabajar; el resto no vale nada”. Frente a la “retórica fatigosa” del wagnerismo, Nietzsche alaba la ligereza y la claridad de Bizet, cuya Carmen le parece perfecta, la antítesis del veneno que atribuye a su antiguo maestro.
Pero incluso en medio de esta virulencia, asoma una nostalgia larvada. Basta leer el célebre pasaje de Ecce Homo, escrito en los últimos meses de 1888, para reconocer la ambivalencia afectiva de Nietzsche: “Poco valen el resto de mis relaciones humanas; mas por nada en el mundo quisiera sacar yo de mi vida los días de Tribschen, días de confianza, serenidad, de azares sublimes, de instantes profundos”. La intensidad de ese recuerdo contrasta con el juicio despiadado que le confía en 1885 a Malwida von Meysenbug: “¡Cómo me repugna esa música sofocante, sobre todo histriónica y pretenciosa! [...] Es la música de un músico y un ser humano fallido, pero de un gran comediante”.
Aunque el epistolario es incompleto (los Wagner destruyeron la mayor parte de las cartas), los textos de Nietzsche ofrecen una valiosa anatomía del desencuentro (Santiago Guervós añade en apéndice su propio estudio). Leídos con atención, no sólo revelan la evolución de una amistad, sino también el modo en que un pensamiento se emancipa, a veces dolorosamente, de aquello que lo nutrió. Nietzsche no dejó nunca de ser, en cierto modo, un hijo espiritual de Wagner; pero fue precisamente esa filiación la que lo obligó a romper con él para encontrar su propia voz. Y la fractura no fue sólo intelectual, sino también íntima, hondamente emocional. En esa tensión entre gratitud y rechazo, entusiasmo y desencanto, se cifra buena parte del drama nietzscheano.
La ficha
Richard Wagner/Friedrich Nietzsche. Correspondencia
Prólogo de Miguel Ángel González Barrio. Edición, traducción, introducción y notas de Luis Enrique de Santiago Guervós.
Madrid: Fórcola, 2024.
392 páginas. 29,50 €
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