Revolución

Sin ruidos atronadores, sin armas mortales, sin apenas un lema que gritar, la revolución ha llegado a El Puerto. Los barrios se han echado a la calle. La paciencia se les ha agotado. Se han cansado de esperar, de reclamar, de pedir por favor y con exigencias. Hartos de promesas que se lleva el viento, han pasado a la acción, decididos a acabar con el estado de dejadez que les pesa desde hace años.

Empezaron en Malacara. Arreglaron parterres, limpiaron plazoletas. Y fue solo el principio. El movimiento se ha extendido ya a otras barriadas, como El Tejar o los Frailes, donde tampoco llega la atención municipal. Porque el descuido no puede tener otra causa que la mera indiferencia. Ni siquiera puede achacarse a la escasez presupuestaria. Si así fuera, un grupo de vecinos de un barrio de clase trabajadora no se podría haber permitido afrontarlo.

Me rindo ante la idea: pacífica, constructiva, pero con mucho más impacto que un mero escrito al Ayuntamiento, que queda en evidencia. Me rindo también ante este grupo de gentes que han sabido dejar de lado el individualismo, aunque sea por un rato, y colaborar por la mejora de sus espacios comunes. Dando una mano de pintura, arrancando malas hierbas, arreglando un desconchón… pasando el tiempo (su tiempo libre) al lado de personas de distinta edad, origen e ideas, pero con una motivación compartida. No se ven tantas muestras en estos tiempos.

Solo espero ahora que esta sea una revolución efímera. Imagino una respuesta firme y contundente contra este alzamiento de escobas, brochas y regaderas. Imagino al pleno municipal tomando nota, al equipo de gobierno tomando decisiones, y a cuadrillas de peones tomando las calles para adecentar los barrios.

Imagino que los vecinos, finalmente, claudican. Que de nuevo toman las plazas, pero no van ya pertrechados con sus herramientas. Que bajan a charlar al fresco, a vigilar a los niños pequeños que juegan, o a encontrarse con antiguos compañeros de revuelta y disfrutar del espacio reconquistado.