1077

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26 de junio 2025 - 03:05

El de 1077 puede parecer un año cualquiera, un año más de los perdidos en la nebulosa de lo que por algo fue llamado Edad Media, esos siglos prescindibles o incluso nocivos, nos dicen, para la marcha de la Humanidad (con mayúscula, por favor) hacia horizontes de Progreso, Libertad e Igualdad (más mayúsculas). Hay que tener, pues, mucho valor para dedicar varios años de escritura y estudio, y una novela resultante de casi 600 páginas, a esos doce meses, contando al por menor las increíbles tramas que, a diversos niveles, se sucedieron entonces y de las que la memoria de los más doctos apenas retiene el increíble episodio de Canossa. Eso es lo que ha hecho Alejandro Rodríguez de la Peña, uno de los mejores medievalistas de su generación, quien antes de meterse en novelas ha sido autor de una solidísima y admirada obra como historiador.

El gran asunto de la novela 1077. El invierno del Rey Mendigo es el conflicto que opuso al Papado y al Imperio a partir de la gran reforma de la Iglesia que conocemos como gregoriana, el cambio más profundo nunca suscitado en la Iglesia, el cual cogió a contrapié a todos los poderes políticos de la época. Precisamente Gregorio VII, el Papa que da nombre a la reforma, y el emperador alemán Enrique IV son los grandes protagonistas de la novela, aunque ésta se enriquezca con la presentación de decenas de personajes en modo alguno menores y que resultaron decisivos en unos acontecimientos que, literalmente, se siguen día a día.

Quizá hoy pudiera parecernos esa trama como una especie de divertimento académico sin relación con nuestro mundo. Pero nuestra percepción cambia cuando reparamos en que, a través de aquella sucesión de intrigas, ambiciones, luchas de poder, combates de ideas y de guerreros –lo que llamamos conflicto de las Investiduras– se estaba preparando la gran singularidad del Occidente cristiano, aquello que lo hace distinto de todas las civilizaciones pasadas y presentes. De aquel choque casi telúrico entre poderes universales nació trabajosamente la independencia recíproca del poder temporal y del espiritual, algo nunca ensayado en un mundo dominado siempre por la teocracia o el cesaropapismo. Así, 1077 no solo es una gran novela histórica, también una reflexión hoy necesaria sobre el poder, sus límites y contrapesos.

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